YPF es Argentina

YPF es Argentina
Honorable Cámara de Diputados de la Nación Argentina. Aprobación de la Ley de Expropiación de YPF. 03/05/2012

jueves, 24 de octubre de 2013

PANFLETOS PERONISTAS - Pensamiento Nacional


Negri, Carlos
PANFLETOS PERONISTAS: Pensamiento Nacional, ejercicios prácticos y algunas notas teóricas. – 1a ed. –
Buenos Aires: André Materon Ediciones, 2013.
294 páginas; 22x15 cm.
ISBN 978-987-1866-25-0
1. Ensayo Político. I. Título
CDD 320.098 2


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(Contratapa)

Ese concepto de Pensamiento Nacional, que nacido allá por la década de 1930 tuvo su auge y apogeo entre 1960 y 1976, fue primero aplastado por la pedagogía del terror de la Dictadura del Proceso, y luego sepultado con desprecio por el neoliberalismo que dominó desde la caída de Alfonsín, ese neoliberalismo en todas sus vertientes y prácticas, peronista, radical, menemista, socialista, comunista, y etcétera. El Pensamiento Nacional, la denuncia de la dependencia y el saqueo a que está sometida la Argentina, quedó relegada a la categoría de formas ingenuas, y de ningún valor intelectual, que habrían servido para fundamentar vagamente las absurdas experiencias políticas del peronismo en 1945/1955, durante su proscripción y en el gobierno de 1973/1976, en fin, lo peor del populismo.
El estallido de 2001, consecuencia lógica, previsible y prevista de ese neoliberalismo que fue aquí francamente idiota cuando no perverso, dejó a los argentinos sin explicaciones, y fue entonces que aquel bagaje teórico y de experiencia práctica comenzó a ser rescatado. En realidad en nuestra corta historia hay solo dos formas de pensar y de hacer política, la del Sistema, la del Capitalismo de la Frontera, y esta que insistimos en llamar Nacional y Popular, y así las cosas hay que optar, muchas veces a disgusto.
No dudamos que los desafíos de la Era Ecozoica deberán integrarse a las formas de discurrir desde lo propio, pero solo podrá hacerse a partir de los contenidos ya ganados.
Aquí se trata de mostrar cómo se piensa en nacional, y se intentan definir los contenidos mínimos de ese método.

viernes, 6 de septiembre de 2013

No Toda es Vigilia la de los Ojos Abiertos

No Toda es Vigilia
la de los Ojos Abiertos

(Notas acerca de la reforma y unificación
de la legislación civil y comercial)


El título está tomado de una suerte de ensayo filosófico y literario de Macedonio Fernández (1874/1952), prologado por un Raúl Scalabrini Ortiz mucho mas joven que el autor. Se trata de una exposición sobre metafísica desde una perspectiva idealista, subjetivista, realmente cautivante, creo que fue publicada por primera vez allá por mil novecientos veintipico, aunque hay publicaciones parciales anteriores y ediciones posteriores.
La tesis de Macedonio Fernández sería, mas o menos, que todo estado de conciencia se compone de intuiciones, aunque no de todas las intuiciones, y que, junto a los estados de vigilia existen los estados de “ensueño” que están  integrados por los pensamientos, las especulaciones, las emociones, lo imaginado, lo deseado, y etcétera.
En realidad mi intención aquí es plagiar el título y jugar a la metáfora, en un pobre espejo de la potencia originaria, me limito a usarlo en el sentido de que no todo esfuerzo de ojos abiertos es suficiente para impedir el eficaz engaño de los pases de magia de prestidigitadores avezados, y que aun la mejor predispuesta vigilia es insuficiente cuando se nos presentan formulaciones con pretensiones de neutralidad  cuyos efectos en la realidad no son visibles bajo el manto de su protestada cientificidad, y es entonces cuando hay que recurrir a esos recursos de la inteligencia y de la experiencia que Macedonio llamaba “ensueños”.
Este es el punto, la falsa neutralidad de los marcos teóricos y su eficacia para producir engaño, pero no en abstracto sino en la práctica, hoy, en la legislación de materias que hacen al interés general.
Por ejemplo, cuando en la reforma del 1994 se agrega a la Constitución liberal y orientada a la protección del capital extranjero de 1853 que “las autoridades proveerán … al control de los monopolios”, lo que se está diciendo es que se considera legítima la existencia de monopolios en manos particulares, lo que desde Aristóteles a Obama es un delito y, además, resultó catastrófico, catástrofe mas evidente aun cuando se trató  de servicios públicos en manos privadas y extranjeras.
Cuando en 1869 el Presidente Sarmiento anunciaba en su mensaje al Congreso que “el título de propiedad debe substituir a la simple ocupación”, lo que quedaba resuelto desde la sanción del Código Civil en setiembre de ese año, estaba diciendo en realidad que el que no tuviera el título según lo reglado quedaba emplazado desde entonces como intruso, lo que legalizó la expulsión de población originaria en un proceso que todavía no terminó, por falta de “título”.
Los ejemplos podrían multiplicarse.
Hoy estamos frente al proyecto de unificación de los códigos civil y comercial, que ya está en tratamiento en el Senado, y van un par de botones como muestra de lo que queremos decir.
Primer botón.
El Libro Tercero, Título IV, Capítulo 29, regla el “contrato de arbitraje”, contrato este que consiste en someter a la decisión de árbitros una controversia que haya surgido o pueda surgir entre contratantes o partes vinculadas por una relación jurídica. El Capítulo, de apariencia cándida y absolutamente neutra, regla las formas, las materias, cláusulas facultativas, competencia, efectos y opciones varias.
Muy bonito.
Pareciera que se está tratando sobre negocios y controversias que podrían surgir en el barrio, sin embargo algo suena mal cuando el artículo 1657 habla de “entidades administradoras” que pueden ser “nacionales o extranjeras”, se fija la facultad “exclusiva” de los árbitros para resolver sobre su competencia (1654), “autonomía” o subsistencia del arbitraje aun en caso de “inexistencia o nulidad” del contrato principal (1653), “exclusión de la competencia de los tribunales sobre las controversias sometidas a arbitraje” (1656), recusación de árbitros “de acuerdo al derecho de la sede del arbitraje” (1663), y otros ingenios que inventaron los autores del proyecto.
Lo que aquí se pretende es anclar en el derecho interno dos o tres principios. Primero la exclusión de la competencia de la justicia argentina en controversias que hoy le son exclusivas, segundo el sometimiento de esas controversias a individuos o  instituciones particulares, tercero la abierta y franca promoción y protección del arbitraje de instituciones extranjeras o transnacionales.
Será difícil sino imposible para empresarios de medianos para arriba evitar la inclusión de estas cláusulas compromisorias cuando negocien con proveedores industriales o financieros mas potentes, en particular extranjeros, quedando además bloqueada la posibilidad de su denuncia por abusivas desde que, aprobada la reforma, la institución estaría reglada en el derecho interno como materia de fondo.
Tan claro es el sesgo que indico que el Convenio sobre Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones entre Estados y Nacionales de Otros Estados (Que nos somete al temible CIADI del Banco Mundial), que está aprobado por ley 24.353 de 1994, es mas benigno en particular en cuanto al alcance de la competencia, derecho aplicable, nacionalidad de los árbitros, y de ninguna manera excluye la intervención de los tribunales argentinos.
Dejando de lado otros argumentos de tipo jurídico, que los hay, y potentes[1], ese Capítulo hay que eliminarlo, lisa y llanamente eliminarlo.
Segundo botón.
Extrañamente el texto que editó el Ministerio de Justicia agrega algunas reformas a la ley de Defensa del Consumidor (24.240), y estas modificaciones no tienen fundamentación expresa de la Comisión que elaboró el proyecto de reforma, son la parte “guacha” de la misma. Así el último artículo de la reforma modifica el artículo 52 bis la ley 26.361 (que introdujo reformas en la 24.240) que fue promulgada en abril de 2008 por muchos de los mismos legisladores que aprobaron aquella y  tratarán esta.
Resulta que en ese artículo 52 bis se establece, institución del derecho norteamericano, lo que se denomina “daño punitivo”, que es una sanción civil a favor del consumidor, que tiene por objeto neutralizar las conductas especulativamente abusivas de los proveedores para los casos en que los mismos proveedores organizan ardidosamente un sistema de incumplimiento que les generará economías de escala, y que los consumidores difícilmente convertirán en demandas por su poca significación individual.
Se sustituye ese artículo, que está empezando a cosechar sentencias que pusieron nerviosos a los proveedores privados de servicios, por otro que, no solo está redactado con premeditada vaguedad, que elimina la sanción en beneficio del consumidor, sino que se preocupa por que el Juez ponga su vista sobre los “excesos” que pudieran producirse en perjuicio ¡¡del proveedor!!, ¡en la ley de Defensa del Consumidor!!.
Así que volveremos a ser como los norteamericanos para las tasas de ganancia usurarias, monopólicas y cuasi, pero no para las sanciones por abuso[2].
Aquí corrió plata.
Verbitsky dice hace un par de meses en Página 12 que, salvo una decena de temas que señala (no incluye los que indico mas arriba), esta reforma se acomoda a la matriz liberal de la Constitución de 1853 y su reforma de 1994, con alguna modificación a “contramano” mas en línea del constitucionalismo social que inspiró la reforma peronista de 1949, derogada por proclama militar en 1957.
Es una cuestión “de onda”, yo veo que la Constitución del 94 es la confirmación de la derogación de 1957 que hasta ese momento gozaba de radiante ilegalidad e ilegitimidad, si no fuera así el texto base debería haber sido el del 49, o por lo menos otro que no fuera el de 1853, y así me perece hasta el punto de recordar que en los debates ni se intentaron alusiones a la de 1949, y su mención fue eliminada hasta de la fórmula del juramento (no voy a cometer la ingenuidad de recordar que Lupín y Cristina eran constituyentes porque, dicen, que al que mira para atrás le pasará lo que a la mujer de Lot, y porque además recuerdo a muchos giles que la festejaron, también, como una victoria del “progreso”).
En fin, no veo las reformas que a van contramano de la matriz liberal, ni en el tratamiento de la propiedad comunitaria, ni en las materias de familia, puede que las haya pero serán excepciones, como dice Verbitsky, lo que implica un perfeccionamiento del sistema no su superación.
La verdad, ni me acuerdo porqué me puse a escribir esto que es un plomo…, ah, si, por aquello de que te muestran un ladrillo que parece que estamos mejorando la vida de los paisanos, y en realidad es solo barniz sobre todo para asegurar algunos negocios ajenos.

Saludos.

Carlos Negri
Buenos Aires, 10 de septiembre de 2012.-




[1] El arbitraje es un instituto de naturaleza procesal, así está reglado en todos los códigos de procedimientos de la Argentina, por su naturaleza es materia de legislación provincial y no del código de fondo. Aquí los fundamentos dicen que “el arbitraje se ha desarrollado internacional y nacionalmente … (lo que) justifica que se lo regule como contrato”. Lo que debería decir es que el arbitraje ha sido y es un recurso de los organismos del capitalismo globalizado (FMI, Banco Mundial, OMC, etc.), a partir del Consenso de Washington, para controlar la aplicación a favor de las transnacionales de los tratados de protección bilaterales de inversiones, tratados estos que establecen la libertad e igualdad del zorro en el gallinero, desde que fueron concebidos y ejecutados a favor de las empresas que operan bajo bandera de los países centrales, en general controladas por otras de paraísos fiscales, que son “los inversores” protegidos, cuando en realidad los países periféricos son solo receptivos de esas “inversiones” y nunca inversores, lo que muestra que la supuesta bilateralidad no es mas que una amarga burla. Volviendo al arbitraje, no es ni puede ser un “contrato” desde que solo versa sobre el procedimiento de resolución de una controversia de la que es un recurso adjetivo, no puede ser “autónomo” ya que siempre y necesariamente es accesorio de otro contrato principal, y la pretensión de que la cláusula compromisoria subsista aun en caso de nulidad o inexistencia del contrato principal no es otra cosa que abrir la posibilidad de sostener, en la instancia arbitral extranacional, la vigencia del contrato que se declaró aquí judicialmente nulo o inexistente. Hay que eliminar ese Capítulo, revisar todo ese Título IV, y el Título IV del Libro Sexto que trata de las disposiciones de derecho internacional privado.
[2] La sanción por “daño punitivo” de ese artículo 52 bis es de entre 100 y 5.000.000 de pesos (Art. 47 b) de la misma ley), si algo habría que revisar es el monto de la sanción cuyo máximo debería regularse no en cantidades fijas de dinero, sino relacionado con el volumen de la empresa transgresora (los ingresos brutos por ventas, el patrimonio neto u otros parámetros similares o combinados).

viernes, 20 de abril de 2012

TRABAJO Y DESOCUPACIÓN

Octubre de 1999

¿Sobra Gente?

         Cualquier desprevenido lector de las secciones de economía de los suplementos dominicales de los diarios, enfrentado a decir alguna cosa sobre el “flagelo de la desocupación”, remite inmediatamente a la importancia de sembrar PYMES, provocar inversiones en el tercer sector según la calificación de Rifkin (ONGs), y otra serie de banales generalizaciones que se repiten por comentaristas radiales y televisivos, la claqué de seudo economistas del sistema, empresarios, etc., etc., en fin, opinadores de todo y cualquier pelaje.

         Voy a intentar hacer una aproximación al tema  evitando tal camino, sencillamente porque está demostrado que  de nada sirve. Salvo que alguien crea seriamente que la desocupación se supera sembrando maxiquioscos o ayudando centros de fomento.

         Vamos a ver como sale.

De acuerdo con lo que Toynbee llama  “mitología Siríaca”, la carga de trabajar, es decir ganarse el pan con el sudor de la frente, es un castigo divino por la desobediencia del hombre a la voluntad de Dios. Según la versión corriente del Antiguo Testamento  ocurrió que Adán, inducido por Eva, inducida por el Demonio (uno de los más activos funcionarios de la burocracia celestial) habrían probado el fruto del Arbol de la Sabiduría lo que provocó la ira del Creador que los despachó sin mas trámite a este valle de lágrimas, y a trabajar para sobrevivir.

Mas allá de la perplejidad que nos produce la paradójica resolución de Yahvé, que castiga por usar una facultad por El creada para acceder a una Verdad también por El creada, interesante tema que dejaremos para otra oportunidad, parece ser que aun extrañados del Edén, Adán y Eva se llevaron del mismo, por obra del Demonio, la capacidad de aprender. Nosotros, herederos de aquellos nuestros mas antiguos antepasados, insistimos desde entonces en utilizar los conocimientos para buscar las formas de crear los bienes y servicios necesarios para una mas o menos confortable subsistencia en estos bucólicos parajes, trabajando lo menos posible.

Concretamente: desde el principio de los tiempos y hasta principio de este siglo todas las crisis económicas son crisis de insuficiencia de oferta. El trabajo de los hombres no conseguía producir bienes y servicios suficientes para todos, la miseria y la enfermedad consecuente producía entonces los ajustes necesarios para encontrar el punto de equilibrio, reduciendo la demanda.

Muchas veces se ha pretendido incluir a la guerra entre los mecanismos de reducción de demanda, sin embargo pareciera que  este criterio es erróneo. La guerra era, reitero que hasta el principio de este siglo que termina, la más importante de las actividades económicas. Consistía la guerra  en producir la cantidad de herramientas,  trabajo y organización  suficientes como para apropiarse de los bienes y servicios que producían  otros clanes, tribus, pueblos o naciones, asegurando así la satisfacción de las necesidades propias. La guerra fue entonces la forma mas sofisticada y eficaz de trabajo, a la que ningún clan, tribu, pueblo o nación podía sustraerse, so pena de resultar víctima de la eficacia de trabajo ajeno en este rubro y actividad, y terminar desposeído de todo bien,  esclavo en fin o muerto.

Hoy por hoy, estoy escribiendo esto en octubre de 1999, todos los políticos prometen que “crearán trabajo”, las gentes simples desempleadas  no solo se ven marginadas del sistema de organización social, sino que ven mellada su dignidad: el trabajo, se dice con tono sacro (P. ej. en el artículo 39 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires recientemente reformada), es un derecho y un deber social.

Hay mas para agregar en esta introducción. Fue de San Benito de Nurcia (Siglo VI), creo, de su “Regula Monachorum”, desde donde se generó el axioma “trabajar es orar”, que quiere decir que se sirve a Dios trabajando. O este muchacho no había leído las Escrituras, o estaba en realidad introduciendo la idea entre las pobres gentes de que tenían que trabajar, y si digo entre las pobres gentes es porque para las altas clases de todos los tiempos, de todos los lugares y de todas las culturas, el trabajo siempre fue socialmente denigrante. Solo el trabajo de la guerra tenía (y hasta por ahí nomás) algún prestigio. Lo que tenía el trabajo de la guerra sobre todo era eficacia, ya que no solo permitía organizarse para apropiarse del trabajo de los pueblos  vecinos, sino que además garantizaba que el trabajo de los vecinos del pueblo propio sirviera para mantener a quienes por la Gracia del Señor, y para servirlo (aunque esto no siempre quedaba claro), detentaban el uso de las armas, siempre bajo la  sospechosa doctrina y prédica de equiparar trabajo con virtud.

Pues bien. Viene a ocurrir que, aun en la etapa del cumplimiento del castigo divino, aquel mordisco del fruto del Arbol de la Sabiduría algún resultado positivo dio. Desde la revolución industrial, en occidente desde la segunda mitad del siglo pasado, se produce un explosivo desarrollo de las fuerzas productivas: la velocidad con que se producen los bienes y servicios desmienten las pesimistas previsiones de Malthus y comienza a entreverse la posibilidad de que el sistema productivo fuera capaz de producir todo lo que la población necesita para satisfacer sus requerimientos básicos. La de 1930 es, fuera de toda discusión, la primera crisis internacional efecto de la superproducción.

La segunda gran guerra de este siglo (1939/1945) fue un conflicto en el centro del sistema, entre las potencias que dominaban las corrientes comerciales y detentaban  primacía industrial, disputándose en el campo de batalla el abastecimiento de materias primas y mercados  de ultramar. Su desastroso resultado de millones de muertos y devastadora destrucción de la capacidad de producción instalada, tuvo como efecto un salto tecnológico en la etapa de reconstrucción, permitió casi 30 años de bonanza y crecimiento (1950/1980) en el que el desarrollo de las fuerzas productivas y la puja sobreviniente entre la Unión Soviética y los EEUU inyectaron solvencia adicional a la demanda en forma creciente y paulatina.

¡Que bien que estabamos cuando estabamos mal!

Es aquí que aparece entonces un nuevo problema. Resulta que por los mecanismos que regulan las relaciones entre los hombres en sus transacciones económicas, el sistema produce para la demanda solvente y no para la demanda global. Aclaremos: como se produce para tomar ganancia, se produce para satisfacer las necesidades de los que pueden pagar, que no son todos. A esta forma o mecanismo de relación entre los hombres, y los hombres y las cosas, desde la revolución industrial es a lo que se llama comúnmente “capitalismo”. El capitalismo, sus métodos y relaciones de producción (utilizando la versión española de los precisos y claros conceptos de Carlos Marx), provocó primero una explosión productiva,  se abría el camino por el cual  volveríamos al Edén, cada vez con menos sudor tendríamos el pan necesario. Sin embargo no queda claro si por la voluntad de Dios, que puede  haber considerado que la pena no se hubiera cumplido aun, o por la actividad del Demonio que es, al fin de cuentas, su empleado, resulta que una excelente cosecha o una nueva tecnología, al producir un aumento de la oferta de bienes y servicios provoca la caída en los precios de los mismos, y  resulta, en la realidad del capitalismo, una verdadera catástrofe.

Y no se cumplió la “ley de Say”, enunciación económica que se podría resumir en el principio de que toda oferta genera su propia demanda y que esto elimina la crisis de superproducción. No solo no se cumplió durante la depresión de 1930, y  la superproducción  generó el ciclo de depresión más desempleo, que se repitió hasta la guerra mundial de 1939/45. Si no que tampoco se cumple ahora aun cuando por razones y con consecuencias diferentes: el desarrollo tecnológico  y el espectacular aumento de la productividad está provocando además de depresión económica y desempleo un alto grado de exclusión social, tanto en el centro del sistema como en su periferia, que parecen haber llegado para quedarse.

Fue desde entonces, mediados de siglo, no hace tanto, que la guerra dejó de ser una actividad económica dirigida a resolver los problemas de la escasez inevitable (estructural le dicen), para pasar a ser una actividad económica destructiva. La tecnología de punta está dedicada a producir bienes y servicios cuyo único objeto es destruir bienes y servicios que, por ser excedentes, eliminan la posibilidad de producir ganancia, generando la ganancia solamente en el ciclo de fabricación para la destrucción y vuelta a empezar. Esto no lo dijo Marx sino el Gral. Eisenhower cuando alertó sobre que el principal enemigo de la libertad y felicidad del pueblo (Se refería al de los EEUU) era el “complejo industrial militar”, que necesita de la guerra para generar lucro, solo para eso.

En síntesis: las relaciones de producción capitalistas se han convertido en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas, y no es cierto que en su evolución potencial sea capaz de encontrar nuevos puntos de equilibrio, no, generará necesariamente nuevos y cada vez mas sofisticados mecanismos de destrucción.

Un  demostrativo ejemplo de las paradojas de la situación es la actividad de las organizaciones políticas y sindicales cuya base social eran los asalariados. Hasta los años 60 y 70 se luchaba contra la explotación y los bajos salarios que se generaban en la estructura industrial, las guerras, como se ha dicho, habían producido tanta destrucción que la etapa posterior fue de pleno empleo y demanda con solvencia. Hoy cuando estructuralmente se está en condiciones de reclamar trabajar menos, o no trabajar, claman por “trabajo”. Quieren, suplican, volver a ser explotados  porque con los nuevos métodos de producción resulta que “sobra gente”. Es decir, la nueva tecnología puede producir muchísimo mas con menos horas hombre, y la conclusión a la que llegan es que, lo repetimos, “sobra gente”, cuando los que deberían sobrar son los bienes y servicios para tranquilidad y felicidad de todos.

En el Edén no sobraba nadie. Si los bienes y servicios que se pueden producir son todos o más de los que se necesitan debiéramos festejarlo, dedicarnos al ocio creativo o al “dolce far niente”.

¿Que es entonces lo que ocurre?

Lo que pasa es que los beneficiarios del capitalismo, aquellos en cuyos bolsillos se acumula el lucro que generan las relaciones de producción, no están dispuestos a ceder la posición, y el potencial productivo se expande a tal velocidad que no deja tiempo para pensar claramente a “los que sobran”. Y, corresponde agregarlo, sus representantes políticos (esto incluye a los sindicatos) prefieren obviar la cuestión de fondo ya que esto los obligaría a arriesgar sus posiciones actuales de privilegio relativo.

¿Es una solución reducir la jornada de trabajo, como se legisla hoy en Francia?, ya se intentó en la década del 30 en varias de las mas grandes empresas en los EEUU (Ver a Rifkin sobre este tema). Es una solución pasajera si el objetivo del sistema sigue siendo obtener lucro.

La clave para la comprensión del tema está en lo que llamamos “relaciones de producción”, que entran en conflicto con la transformación económica que produce el desarrollo de los métodos de producción. Esto puede resultar en principio obscuro, pero no lo es tanto.

Veamos:

En el sistema capitalista el trabajo humano es retribuido, como criterio general, por el tiempo de trabajo efectivamente prestado en la estructura productiva en la que se sirve. Pues bien, al producirse el desarrollo de las fuerzas productivas el capital físico primero (las maquinarias complejas hasta mediados de siglo presente), y la tecnología electrónica,  cibernética y biogenética actualmente, requieren cada vez menos tiempo humano de trabajo por unidad de producto, es por ello que en términos de unidad empresaria (es decir microeconómicamente) resulta que “sobra gente”. El capital acumulado por la humanidad en materia de conocimiento se ha disparado hacia lo que podría ser la liberación de todos de la tiranía de la necesidad, pero choca con el mecanismo de relaciones económicas entre los hombres. Estas “relaciones de producción” al mismo tiempo que movilizaron las fuerzas de la naturaleza a través de las ciencias aplicadas, así como provocaron formas de coordinación social que permitieron la cada vez más eficaz circulación y  producción de bienes y servicios, no resultan compatibles con la pretensión de seguir midiendo y retribuyendo la inmensa cantidad de energía liberada con el elemental patrón del tiempo de trabajo directamente utilizado. De hecho el sistema de vinculación económica que exige la existencia de  “empleadores” y  “empleados”, los primeros que pagan el tiempo de trabajo de los segundos, se torna inviable. 

El trabajo no es otra cosa que la actividad humana necesaria para producir bienes y servicios para satisfacer las necesidades de todos los seres humanos, el capitalismo lo convirtió en una mercancía que se paga en proporción a la cantidad de tiempo individualmente utilizado y la explosión de la capacidad de producción excluye (cada vez mas) al factor humano del proceso social de generación de riqueza, pero no del estado de necesidad.

Y la capacidad de producir al punto de satisfacer la totalidad de las necesidades no es virtud de nadie en particular, sino del largo proceso de acumulación de conocimientos y evolución de las ciencias aplicadas durante toda la historia y por toda la humanidad. Nadie  puede pretender erigirse en propietario del producto del trabajo humano, salvo que esté pagando “royalties” por el uso de la rueda, el arado,  el triángulo rectángulo, el papel, la pólvora, el valor de p, la palanca, la prensa hidráulica, la imprenta de tipos móviles, etc., etc..

Pasándolo en limpio: aunque parezca ingenuo decirlo el objetivo de la actividad económica no puede ser otro que producir los bienes y servicios necesarios para satisfacer las necesidades de los hombres y mujeres que viven en este planeta,  la miseria  era el castigo bíblico del cual hoy podríamos liberarnos, no forma parte del “orden natural del universo” que todo funcione para que cuatro vivos se enriquezcan impidiendo la felicidad de los demás. En tanto las relaciones de producción capitalistas estimularon la producción de bienes y servicios, y mas allá de la violencia con que se impusieron, tendrían, quizás,  algún sentido y justificación, hoy se han convertido en un perverso mecanismo que no solo no impulsa el desarrollo sino que tiende a entorpecerlo cuando no directamente a la destrucción. En síntesis: el capitalismo está agotado y es un enemigo de la humanidad,  quienes del capitalismo se benefician, y quienes lo defienden, son unos reverendos hijos de puta, puede ser que alguna cosa mas, pero nada menos que eso.

(En estos días suele verse con desagrado todo tono disonante, las malas palabras son de pésimo gusto, se dice.  Es posible, pero que son claras, son claras, así que sepa Usted disculparme. Sobre esto es interesante consultar los criterios de Noam Chomsky, y más cercano y reciente de Ricardo Piglia, en cuanto a de que manera el lenguaje del sistema convierte en prisionero al expositor de la lógica del mismo sistema. Un hijo de puta, utilizado el término en el sentido metafórico de uso corriente, es eso, y no encuentro que razones de supuesta elegancia de estilo me impongan una omisión semejante)

Ahora veamos que pasa aquí, en la Argentina,  digamos en los últimos 40 o 50 años.

¿Porque hay desocupación tan alta y persistente en la Argentina?

Las raíces son dos.

La primera es la ya mencionada: el explosivo desarrollo de las fuerzas productivas generado por la revolución tecnológica requiere menos horas hombre para producir una incalculable cantidad superior de bienes y servicios que, además, se diversifican en cantidad y se superan en calidad. Los umbrales del Edén están a la vista, pero ...

Pero ese fenómeno no es suficiente para explicar la situación, y digo “situación” y no “problema”,  porque no es lo mismo: en la Argentina la política económica orientada a servir al capitalismo transnacional creó esta situación, ni había ni hay problemas en la economía argentina, se generó una grave deformación en beneficio de unos pocos. Todo fabricado, nada necesario o inevitable.

Existía en la Argentina de hace un cuarto de siglo una estructura productiva generada desde la segunda guerra mundial, sólida y en expansión. Teníamos aquí una pujante industria siderúrgica y metal mecánica, textil, de la alimentación, del calzado, química, mas allá de las ventajas competitivas y comparativas que emergen de la ubérrima pampa húmeda, de la disposición de recursos naturales (petróleo, carbón, coque, gas, uranio, minerales preciosos, energía hidroeléctrica, etc. etc.), todo esto se complementaba con empresas estatales, reguladores económicos, que controlaban las comunicaciones, el transporte ferroviario, fluvial, marítimo, aéreo, depósitos bancarios y bancos nacionales, provinciales, municipales y privados, bajo control estatal, moneda, seguros y reaseguros, fabricas de aviones, barcos, submarinos, armas, municiones, cohetería misilística, desarrollo mas que importante en tecnología y energía nuclear, etc., etc. y recontra etcétera. Teníamos también inflación, y mala gestión producto esencialmente de la inestabilidad política. ¿Porque había inestabilidad política?, muy sencillo: en este escenario el cargo, la posición más importante, era la Presidencia de la Nación, y el control del Estado, por eso no había esto que dan en llamar democracia, los sectores dominantes no iban a permitir que por el solo hecho de respetar lo que Borges llamó “ese curioso criterio estadístico aplicado a la política” tanto poder quedara en manos de  mayorías circunstanciales y volubles.

Ahora bien. Desde 1989, pero mas precisamente desde 1991 se decidió mal vender la totalidad de la estructura económica, industrial, de servicios y financiera en manos del Estado, con la llamada convertibilidad se abandonó la moneda propia con el agravante de que se estableció un tipo de cambio bajísimo, es decir que el peso atado al dólar convierte en caro todo lo que se produce en la Argentina, atados al dólar los salarios argentinos, es decir los argentinos, son carísimos aunque vivan en la miseria y aun cuando están desocupados. La convertibilidad  instrumentó en los hechos  un subsidio a la producción  extranjera: todo lo que se produce afuera es mas barato independientemente de los esfuerzos de superación de las organizaciones productivas a las que se les requiere siempre mas competitividad, mas allá incluso de las ventajas comparativas que surgen de la naturaleza y de la barrera de las distancias. Este dislate de la convertibilidad (que en otro marco ya lo aplicó Pellegrini hace un siglo, y lo reintentó parcialmente Martínez de Hoz) se complementó con una apertura inusitada que permitió el ingreso de bienes y servicios de cualquier lugar del planeta, baratísimos, tan baratos como inútiles en general, destruyó la industria nacional (no hubo reconversión como en España, por ejemplo, sino destrucción), las empresas del Estado fueron obsequiadas a empresas extranjeras que rápidamente recuperaron sus “no inversiones” multiplicando varias veces las tarifas y precios desde los teléfonos a la energía eléctrica y el agua, desde el acero a las naftas y los transportes, abandonando  además todos los sectores estratégicos que debían servir de herramientas de política económica para inducir el crecimiento de una nación emergente y en formación, y lo que es mas grave, siempre en beneficio de una importación torpemente subsidiada por el tipo de cambio, tan bajo como artificial.

En fin, hoy andan por allí 14 o 15 millones de argentinos que tenían oficio, profesión  y empleo, algunos cobraron indemnizaciones que perdieron en pequeños emprendimientos de servicios, taxis, remises, maxiquioscos y casas de comidas,  boutiques y pizzerias, etcéteras y mas etcéteras,  todos sin empleo ni posibilidad material de conseguirlo ni a corto, ni a mediano, ni a largo plazo, en tanto que aquel que tiene un empleo se desloma mas de 12 horas diarias 6 y 7 días a la semana con la ventaja de que no le pagan ni las 8 horas de ley. Y guay con protestar, que allí está la calle.

Convertibilidad con tipo de cambio bajísimo,

Apertura indiscriminada,

Extranjerización de los resortes esenciales de la economía,

Debilitamiento del Estado Nacional y virtual extinción de las Provincias y economías regionales.

(No incluyo ni la deuda externa porque es solo un mecanismo mas para provocar la descapitalización y hay otros mas eficaces, ni la hipertrofia del sistema financiero porque me parece una cuestión en realidad microeconómica, al final, y el final llegará, no podrá haber mas bancos que los que la economía necesite)

Así puede Usted tener toda la democracia que quiera Caballero, total su Presidente, sus diputados y senadores, sus intendentes y concejales, nada podrán modificar, podrán en todo caso quedarse con algún vuelto exponiéndose a la cámara oculta de algún multimedio monopólico, pero el poder quedó en manos de 400 o 500 Señores (algunos de aquí, los más de allende los mares), y la riqueza que aquí todavía se produce queda siempre fuera del circuito económico nacional. La economía argentina no acumula, y  lo que es mas grave: está liquidando a precio de “comodities” recursos no renovables.

Puede Usted Caballero comprarse un cuchillo y tenedor del mejor acero inoxidable alemán o brasileño por un peso, pero un kilo de asado nacional le costará cuatro, podrá Usted adquirir un molinillo de pimienta chino por dos pesos, pero cien gramos de pimienta en grano criolla le costarán tres, y así los ejemplos se multiplican y quedan a la vista en cualquier supermercado para perplejidad del mas pintado.

El problema entonces no es la desocupación.

No se trata de “inventar” trabajo para sostener la escenografía e inequidad del capitalismo.

No es cierto que enajenar la fuerza de trabajo para generar beneficios que quedan a disposición de “agentes económicos” socialmente irresponsables sea producto inevitable o intransformable de la historia de la humanidad, ni mucho menos esencial a la condición humana. No es verdad que, como se dice con desparpajo, “no hay otra”. Si por ahora por las razones que fuera no queda mas alternativa para sobrevivir, habrá que agachar el lomo. Pero una cosa es ser esclavo y otra muy distinta es defender o proclamar las falsas virtudes de la esclavitud, discurso que resulta mas que sospechoso sobre todo cuando es repetido hasta el hartazgo por los beneficiarios de la apropiación del producido del trabajo de todos. Y no estamos trayendo a debate nada que ya no se hubiera debatido.

El problema en general es como organizar el trabajo socialmente necesario  para satisfacer las necesidades de todos, desde que esto es posible, y muy especialmente en la Argentina debido a la mas que favorable relación entre recursos naturales, humanos, capacidad tecnológica y demanda global.

Pero en particular, en la Argentina, la cuestión es como se revierte la perversión de este andamiaje y articulación entre los grupos que tomaron el poder económico, que es el poder real, en la ultima década, grupos en general extranjeros, y que nos condenan a que “sobre gente” donde en realidad sobran recursos.

Una primera teoría fue expuesta hace unos pocos años por el militar, estadista y filósofo chileno Augusto Pinochet. Según este agudo observador y polígrafo los problemas de la Argentina él los solucionaba con 5 mil tiros de fusil.

Es muy probable que no coincidamos con el listado de los destinatarios de los pequeños fragmentos de metal, pero sí con la cantidad, con un margen de error de, digamos,  mas/menos cinco por ciento.

Pero el primero de los pasos sería, de adoptar tal criterio, que nos pongamos seriamente a confeccionar el listado, el que debe ser fundado con precisión, para evitar los errores del pasado. Resulta tonto, hoy por hoy, imaginar que de alguno de los partidos políticos a la vista pueda surgir alguna alternativa que nos reconduzca por la senda de la construcción de una Nación, si es que de eso se trata todavía.

La tesis de Pinochet no es ni un chiste de mal gusto ni mucho menos una tontería, él personalmente la aplicó y no le fue tan mal, recomiendo a quien descrea leer el capítulo VIII del “El Príncipe” de Maquiavelo que ejemplifica como deben operar “los que han llegado al estado mediante delitos”.

Hay otras teorías, volveremos sobre el tema.

         Si Dios quiere, es claro.

Octubre de 1999.



                                                           Carlos Negri

                                               En fin, un escritor sin estilo

Vigencia de Aristóteles: EL SENTIDO DE LA HISTORIA

Un ejercicio Mínimo
20 de Octubre de 2004

Allá por 1970 y 1971, todos los miércoles a la media tarde íbamos a la casa de Arturo Sampay a escucharlo. El Turco Achem y yo éramos los visitantes permanentes, Carlos Miguel, el Rusito Ivanovich, Jorgito Levoratti, no recuerdo si alguno mas, eran los otros concurrentes regulares.

Sampay nos aconsejaba leer los clásicos, fundamentalmente insistía en Aristóteles, sostenía que la totalidad del pensamiento político de occidente, el mas evolucionado del planeta, el pensamiento político en el mas amplio sentido del término estaba en Aristóteles, que los pensadores posteriores eran glosadores, habían profundizado o desarrollado sus conceptos, hacía alguna que otra referencia a los aportes de la Roma clásica y del Cristianismo, al renacimiento y a la Revolución Francesa, pero una y otra vez volvía a Aristóteles. Santo Tomas de Aquino y Carlos Marx, decía, profundos estudiosos de Aristóteles, no habían siquiera intentado superarlo.

En aquellos tiempos Miguel era devoto de Hernández Arregui y yo fanático y plagiario de Arturo Jauretche y Sacalabrini Ortiz. No le hicimos caso, no teníamos tiempo, la prepotencia del capital inglés y la evidencia de la dependencia cultural eran mas claras y presentes para explicar como era la Argentina, además: ¿que sentido tenía retroceder 2.400 años para encontrarnos con lo obvio y por todos conocido?.

El nuestro, el mío al menos,  era un error ingenuo.

Aquellas ideas son todavía  hoy obvias y por todos conocidas no por ser antiguas sino porque constituyen agrupamientos conceptuales de origen, argumentos en derredor de los cuales se organizó el pensamiento posterior, si son obvios y por todos conocidos es porque están en la base y ponen los límites de la totalidad de la reflexión e investigación que los sucedió y, entonces, el ejercicio intelectual de conocerlos y volver a partir de ellos puede que nos ayude a separar  lo verdadero de lo falso, siempre que de pensar se trate.

Sin embargo hoy, cuando en la crítica a la teoría de la dependencia se  intenta despistar toda referencia acerca de la existencia material de la dependencia, cuando bajo el estruendo de la caída del imperio soviético se procura disimular la realidad de la explotación del hombre por el hombre, cuando con instrumentos transnacionales las oligarquías centrales nos quieren convencer sobre el fin de las ideologías y se pretende que la miseria y la exclusión responden al orden natural de la sociedad humana, cuando con desparpajo se insiste en que “no hay otra”, me parece particularmente útil volver a los clásicos a verificar si aquellos pensamientos originales están agotados o mantienen alguna vigencia.

Además tengo la percepción de que en estos días aquellas ideas ya no son tan obvias, ni son por todos conocidas, veo que no se enseñan en las escuelas ni universidades, donde a las verdades básicas de la filosofía se las tapa con las perogrulladas de las ciencias de los negocios ... de otros.

El ejercicio mínimo que me propongo es un viaje a La Política obra que data, según los historiadores, de la segunda mitad del siglo IV a.C.. El Libro Primero es una demostración apabullante de la tesis de Sampay,  allí trata Aristóteles de la esclavitud, la propiedad, el poder en el seno de la familia, del atributo natural y exclusivo del hombre que le permite discernir entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, de las relaciones de cambio y de apropiación, de sus fuentes,  del plus valor en la producción, del dinero la acumulación y la riqueza, de la usura y el monopolio, de la igualdad, la desigualdad y sus sostenedores, de democracia, monarquía, oligarquía, división de poderes, de las constituciones, las  revoluciones y sus causas, y si se observa con atención recuperando la guía de Sampay, sobre el sentido de la historia.

Porque además sostengo, y voy a probar, que en el espacio del pensamiento y la acción política  la historia tiene un sentido.

Nos dice Aristóteles que toda asociación tiende a algún bien, que el Estado es la asociación política, que el bien que persigue el Estado es la justicia, pero no se refiere a una idea pura o abstracta de justicia sino a una justicia que se da en la realidad, la justicia política.

Avanza mas,  la procura del bien buscado por el Estado consiste en poner la mayor cantidad de bienes al alcance de las necesidades de los ciudadanos, la justicia política consiste, entonces, en satisfacer las necesidades de la población. La justicia política es justicia social. Dice Aristóteles:

“... el Estado no existe realmente sino desde el momento en que la masa asociada puede bastarse y satisfacer todas sus necesidades ...”.

En aquellos tiempos, en los que la única fuerza disponible era la energía muscular de los animales y  de los esclavos, el Estado no incluía a la totalidad de los hombres dentro de la categoría de tales, sin embargo esclavos y bestias no quedan  fuera del sistema, no, su lugar intrasistemático es aportar la fuerza productiva necesaria para generar los bienes necesarios que hagan a la justicia política de quienes ocupan el espacio dominante, las cuatro clases en las que dividen la polis griega: agricultores, artesanos, guerreros y magistrados. La esclavitud es entonces instrumental.

Sin embargo observa que ocurre que la disposición de bienes es siempre insuficiente, la energía y los métodos de producción no son capaces de producir en el ritmo y volumen que es necesario para abastecer a todos, lo que genera desigualdad, es decir: injusticia.

Y así fue durante siglos y siglos. La escasez, la miseria, las pestes, una condición social inmodificable que estaba definida el momento del nacimiento, el hijo del esclavo, esclavo, el hijo del carpintero, carpintero, el hijo del cura, cura, pastor nómada, agricultor, pescador, cazador, comerciante, bandolero o guerrero, que son los oficios a partir de los cuales se produce la apropiación de bienes, siglo tras siglo las modificaciones fueron poco o nada significativas.

Pero Aristóteles atisba un escenario diferente:

 “... entre los instrumentos hay unos que son inanimados y otros que son vivos, por ejemplo, para el patrón de una nave, el timón es un instrumento sin vida y el marinero de proa un instrumento vivo, pues en las artes al operario se le considera como un verdadero instrumento. Conforme al mismo principio, puede decirse que la propiedad no es mas que un instrumento de la existencia, la riqueza una porción de instrumentos y el esclavo una propiedad viva; solo que el operario, en tanto que instrumento, es el primero de todos. Si cada instrumento pudiese, en virtud de una orden recibida o, si se quiere, adivinada, trabajar por sí mismo, como las estatuas de Dédalo o los trípodes de Vulcano, que iban solos a las reuniones de los dioses; si las lanzaderas tejiesen por si mismas, si el arco tocase solo la cítara, los empresarios prescindirían de los operarios y los señores de los esclavos.”

El Cristianismo dio un fundamento divino a la idea de igualdad entre los hombres, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1791 la expuso como un derecho positivo, sin embargo es la explosiva evolución en las técnicas de producción, producto de la acumulación del conocimiento, de las ciencias aplicadas,  la que hace posible la eliminación de la esclavitud en la segunda mitad del siglo XIX, sencillamente porque deviene en innecesaria, antieconómica incluso.

Aquí es donde surge un problema, si el operario y el esclavo no resultan mas necesarios a los fines de la producción, y lo que es mas extraordinario, la producción resulta suficiente para satisfacer las necesidades de todos, lo que ocurre en realidad no es que “los empresarios prescindirán de los operarios y los señores de los esclavos” sino que desaparecerán las categorías mismas de empresarios/amos – operarios/esclavos, lo que nos pone ante una transformación esencial de las formas de organización social y política, y esto porque la evolución de “los instrumentos” resuelve el drama de la escasez y elimina la necesidad; se hace posible así la inclusión de todos los hombres a la polis,  ese esquema de relaciones entre los hombres en el que unos pocos mandan y acumulan y muchos padecen y obedecen perdió su sustento material, su ratio, y comienza a ser un estorbo.

Es que la electrónica, la robótica, la informática, la biogenética, en fin, las técnicas e instrumentos producto de la acumulación de siglos y siglos de desarrollo del conocimiento humano hicieron realidad la genial intuición de Aristóteles: no solo las estatuas de Dédalo y los trípodes de Vulcano van solos a las reuniones de los dioses, ahora las lanzaderas tejen por sí mismas,  el arco toca solo la cítara, en virtud de ordenes recibidas, o a veces adivinadas a partir de la programación, los instrumentos no solo trabajan por sí sino que son capaces de producir a escala planetaria.

El problema remanente consiste en el desajuste que se produce entre instituciones milenarias, la relación explotador – explotado con sus múltiples nombres y formas, señor/siervo, amo/esclavo, patrón/obrero, en una nueva realidad que presenta la posibilidad material e inmediata del establecimiento de niveles de igualdad solo imaginados en la historia como ideas puras, utópicas como está de moda decir. Con solo un poco de organización y planificación todos los problemas materiales serán superados, y lo serán por el camino que sea.

Pero, claro está, la crisis de las instituciones de las sociedades de dominación/explotación/exclusión no se resuelve por la simple aplicación de las reglas de la razón, quienes detentan las posiciones de privilegio, las oligarquías en palabras de los clásicos griegos, resisten ceder y sobrevienen las tensiones.

Algo tendrá que ocurrir.

Las formas para superar los desajustes apuntados encajan mas que perfectamente en el Libro Octavo de La Política que se titula “Teoría General de las Revoluciones”.  Allí nos dice Aristóteles:

“... todos los sistemas políticos, por diversos que sean, reconocen ciertos derechos y una igualdad proporcional entre los ciudadanos, pero todos en la práctica se separan de esta doctrina.
“La demagogia ha nacido casi siempre del empeño de hacer absoluta y general una igualdad que solo era real y positiva en ciertos conceptos; porque todos son igualmente libres se ha creído que debían serlo de una manera absoluta.
“La oligarquía ha nacido del empeño de hacer absoluta y general una desigualdad que solo es real y positiva en ciertos conceptos, porque siendo los hombres desiguales en fortuna han supuesto que deben serlo en todas las demás cosas y sin limitación alguna.
“Los unos, firmes en esta desigualdad, han querido que el poder político con todas sus atribuciones fuera repartido por igual; los otros, apoyados en esta desigualdad, solo han pensado en aumentar sus privilegios, porque eso equivalía a aumentar la desigualdad.”

En la desigualdad encuentra Aristóteles la causa primaria de las revoluciones, y obsérvese que no habla de la igualdad en abstracto sino de la igualdad en términos de poder, en el contexto de su razonamiento general se trata de la igualdad distributiva de todos los bienes, no solo de los materiales; la consecuencia de la desigualdad es la revolución, aunque también la igualdad sin limitación alguna provoca las revoluciones de las oligarquías, en defensa de la desigualdad que será la causa de la revolución. Y remata con singular criterio:

“El pueblo no se insurrecciona jamás contra sí mismo, o, por lo menos, los movimientos de este género no tienen importancia. La república en que domina la clase media, y que se acerca mas a la democracia que a la oligarquía, es también el mas estable de todos estos gobiernos.”

Claro como el agua clara.

Me queda la sensación de que Aristóteles está hablando de la Argentina del tiempo que me toca vivir, y que incluye toda la historia conocida, lo que me convence de la profundidad y universalidad de estos pensamientos que, en realidad, siempre estuvieron allí motorizando y condicionando la evolución de la humanidad, son las ideas obvias y por todos conocidas que siempre estuvieron allí independientemente de la suerte de la armas.

Entonces no es cierto que “no hay otra”. No solo hay otra sino que de allí venimos y hacia allí vamos.

Allí está el sentido de la historia: el doloroso camino desde la miseria material y la violencia de la explotación, desde la desigualdad, hacia la abundancia y la paz, hacia la mayor ecuación de igualdad que sea posible, hacia la justicia política aristotélica,  camino plagado de conflictos entre los pueblos y las oligarquías en el que, inexorablemente,  se marcha entre revoluciones y contrarrevoluciones hacia la obtención del bien que es el objeto de la asociación política (que es el Estado): la justicia social, y ahora desde que es materialmente posible alcanzarla dejó de ser una utopía.

Y punto, lo demás es cartón pintado.

Y no es que esto lo digo yo ahora, yo que no soy mas que un muchacho de barrio,  lo explicaba Aristóteles hace 2.400 años.

Esto bien podría ser la introducción de algo mayor, otro día lo amplío.

Carlos Negri